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Lápices de colores (discurso de Claudio Magris en la recepción del Premio FIL de Literatura)

«Hace muchos años, Heimito von Doderer, el gran narrador austriaco, teórico y creador de la “novela total”, me envió un ejemplar de su obra maestra La escalinata de Strudlhof, con una afectuosa, amplia y auto irónica dedicatoria escrita con seis lápices de colores. Algunas letras en azul, otras en rojo, una palabra entera en amarillo, y así sucesivamente. Aquella dedicatoria era probablemente también auto irónica porque utilizaba colores diferentes para escribir –a mano– sus novelas, largas como la vida misma; los colores diferenciaban los distintos planos de la novela: la narración de los sucesos, el flujo de la conciencia, las descripciones… Utilizar colores diferentes también para escribir la dedicatoria significaba que toda escritura  –así fueran unas cuantas líneas– es un texto, un tejido de planos diferentes, rico en referencias; sostenido por una tensión entre la totalidad y el fragmento, lo dicho y lo no dicho. La escritura tiene colores y lápices diferentes, también para quien no escribe a mano, como lo hace Doderer. Diversos colores, diversas escrituras, también en el espacio de aquella que las abraza a todas, la escritura única e irrepetible de cada autor.

No sé cuántos lápices debería tener yo cuando, en la mesa de mi cuarto o en la del café San Marcos en Trieste, intento garabatear mis páginas. Un color simple y definido es el del lápiz con el que se escriben los libros