Fuente: wallpapersus.com
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“El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”, sostenía Miguel de Cervantes. Y no le faltaba razón, como en tantas otras cosas. Leer es una saludable actividad para el cerebro que no sólo aumenta nuestra empatía, al facilitar que nos pongamos en la piel de los personajes que viven en sus páginas, sino que también deja una huella duradera en el cerebro relacionada con las aventuras que leemos. Al menos eso es lo que sostiene un estudio de la Universidad de Emory, publicado en “Brain Connectivity”, que asegura que las novelas pueden cambiar el cerebro de forma parecida a como lo hace la experiencia cotidiana.

La lectura de un libro como Pompeya, de Robert Harris, que narra las últimas horas de la ciudad italiana tras la erupción del Vesubio en el año 79 d C., logró aumentar la conectividad de la corteza temporal izquierda en el cerebro de 21 voluntarios que participaron en el estudio durante 19 días. El incremento de conectividad de esta zona, que alberga el área del lenguaje, persistió después de acabar el libro, lo que hace pensar que estos cambios son duraderos. Los cambios en esta zona podrían ser hasta cierto punto esperables, ya que la corteza temporal izquierda, además de estar implicada en la producción del habla, el procesamiento del lenguaje y la comprensión, interviene también en el análisis de las oraciones complejas que conforman un libro.

rodriguezmarcos
Fuente: @JRodrguezMarcos

En la URSS de Bréznev había una joven profesora de literatura inglesa a la que metieron en una celda -sin luz, sin papel ni lápiz- a causa de una delación absurda. Conocía de memoria los más de treinta mil versos del Don Juan de lord Byron y se dedicó a traducirlos mentalmente en la oscuridad. Cuando salió de la prisión había perdido la vista, pero dictó la traducción a una amiga. Hoy ésa está considerada la mejor traducción rusa de Byron.

Hoy es el Día Internacional de la Biblioteca, por eso...¡ven a conocernos!.

Te esperamos a las 11 y 13 h. en el vestíbulo de la Biblioteca de Humanidades.

A continuación os dejamos el pregón de este año es a cargo de la escritora Laura Gallego y el diseño del cartel de Andrés Rábago, «El Roto».

Cartel-Dia-de-la-Biblioteca-2013

Érase una vez un viajero que llegó desde un lugar lejano a un pueblo en el que no había libros. Se sentó a descansar en la plaza mayor y sacó de su morral un viejo volumen de cuentos. Cuando empezó a leer en voz alta, los niños, que nunca habían visto nada semejante, se sentaron a su alrededor para escucharlo.

El visitante relató historias que fascinaron a sus oyentes y les hicieron soñar con fantásticas aventuras en reinos maravillosos. Cuando terminó, cerró el libro para volver a guardarlo en su morral. Nadie se percató de que, al hacerlo, escapaban de entre sus páginas algunas palabras sueltas que cayeron al suelo.

El viajero se marchó por donde había venido; tiempo después, los habitantes del pueblo descubrieron el pequeño brote que elevaba sus temblorosas hojitas hacia el sol, en el lugar en el que habían caído las palabras perdidas.

Todos asistieron asombrados al crecimiento de un árbol como no se había visto otro. Cuando llegó la primavera, el árbol exhibió con orgullo unas hermosas flores de pétalos de papel. Y, con los primeros compases del verano, dio fruto por primera vez.

Y sus ramas se cuajaron de libros de todas clases. Libros de aventuras, de misterio, de terror, de historias de tiempos pasados, presentes y futuros. Algunos se atrevieron a coger esos frutos, y había un sabio en el lugar que les enseñó a leer para poder disfrutarlos.

A veces, la brisa soplaba y sacudía las ramas del árbol. Las hojas de los libros se agitaban y dejaban caer nuevas palabras. Y pronto hubo más brotes por todo el pueblo; y en apenas un par de años, los árboles-libro estaban por todas partes.

Continuamos rememorando los pregones de años anteriores por el Día Internacional de la Biblioteca, y ahora toca el pregón del 2011 a cargo de Patxi Zubizarreta, la ilustración es de Elena Odriozola.

Cartel Odriozola Dia biblioteca 2011

La Sirenita y la Pequeña Cerillera son personajes que a la mayoría de nosotros nos resultan familiares, pero quizá muchos desconozcan que el padre de Hans Christian Andersen fue un artesano pobre que sólo se sentía feliz los domingos: ése era el único día en el que sacaba tiempo para leerle cuentos y hacerle teatros a su hijo. Y, seguramente, pocos sepan que el escritor fue enterrado con una carta misteriosa escondida en el pecho…

La Pequeña Cerillera nos invita a mirar hacia fuera, sobre todo a la gente desamparada; Laura Esquivel, sin embargo, en su novela Como agua para chocolate nos aconseja mirar dentro. Afirma que cada persona tiene en su interior una caja de cerillas y que cada uno tiene su propia manera de encenderlas: una compañía agradable, una buena cena, una caricia, una fantasía, un poema… Pero advierte de que, si las cerillas no se encienden con frecuencia, la caja se humedece, es imposible volver a prenderlas y nutrir de energía el alma.

Julio Villar eligió precisamente una caja de cerillas para despedir a su diminuto amigo. En ¡Eh, Petrel! (relato de su vuelta al mundo en solitario) el marino cuenta que encontró al grillo en una noche de tormenta, y que éste le hacía mucha compañía; pero, finalmente, otro temporal se lo llevó: el pobrecillo murió ahogado y el viajero lo introdujo en una cajita, la envolvió en papel de plata y la posó en la estela de su velero.

En el año 2010 el pregón estuvo a cargo de Pilar López Ávila:

cartel_biiblioteca

Recuerdo que una vez me contaron una historia preciosa.

Trataba sobre una persona que llevaba a cuestas una biblioteca. Con su fardo cargado de libros iba a todos aquellos lugares a los que solo había llegado la pobreza, los desastres o las guerras. Repartía libros entre los jóvenes y los niños, y entre los más mayores. Y se quedaba una temporada para que todos tuvieran tiempo de leer sus historias. Así los niños podían soñar con patas de palo y polvo de hadas, alas de mosca y agua de luna; los jóvenes con amores y desamores, con cometas en el aire; los mayores, con otros cielos, otras vidas, otras tierras, con el frágil hilo que une los sueños a la esperanza.

Qué hermosa idea la de poder llegar con una biblioteca a todas partes. Una biblioteca ambulante. Porque una biblioteca se puede llevar en una maleta, en una bicicleta, en unas alforjas o en el fondo del zurrón. Incluso ahora, con los tiempos que corren, hasta en la palma de la mano. O en el bolsillo del pantalón. Qué bella idea la de transportar tu propia biblioteca, y acceder a su contenido bajo la sombra de una encina.

Les revelaré algo que muy pocos saben: las tortugas gigantes son auténticas bibliotecas ambulantes. Me refiero a las tortugas gigantes del Pacífico, las que llegan siempre tarde a todo lo que acontece. Y es que son tan pesadas, es tan lento su caminar, que cuando consiguen llegar ha pasado todo y ya no ocurre nada. Si quieren enterarse de algo han de pedir que les cuenten lo ocurrido. Las tortugas gigantes guardan todas las historias dentro de su caparazón y, al ser tan longevas, mantienen viva la memoria de las islas. Nada queda en el olvido.

Esta semana vamos a recordar los últimos pregones realizados por el día de la biblioteca. En el 2009 el diseño del cartel fue realizado por Rafa Vivas y el texto por Carlos Guillermo Domínguez.

Dia de la Biblioteca

Pregón + cartel = Pregocartel

Sí, esto es un pregocartel, es decir, un cartel hecho pregón o, si lo prefieres, un pregón hecho cartel.

Además, es para ti, sí, sólo para ti, ¿Tu edad? ¿Qué importa la edad que tengas? ¡Vives y sientes, que es lo importante!

Lee esto atentamente: Dos personas, ella y él, o él y ella, como tú prefieras, soñaban, imaginaban, sentían y deseaban, como tú.

No, tampoco importa la edad de ellos. Los años vividos o por vivir no cuentan aquí.

¿Qué cosas deseaban? Tener una “máquina del tiempo” es decir, una máquina, o algo así, que los trasladara a cualquier lugar del mundo, en cualquier época para estar presentes en Maratón y ver correr a Filipides en aquella carrera inmortal, acompañar a Cristóbal Colón en su maravillosa travesía, o a Mahatama Gandhi en su lucha por la libertad; saber cómo María Curie descubrió el radio; ir con Marco Polo a Catay, Samarcanda y Ormuz.

Visitar lugares lejanos en épocas remotas: La Babilonia de Hammurabi y su Código, el Egipto de Nefertitis y los faraones, la América de los mayas y los incas, la Grecia de Cicerón, la España de los iberos o las Canarias de los guanartemes y los menceyes,

Viajar también al futuro y saber de leyes más justas que las actuales alcanzadas por la Humanidad: técnicas avanzadas, sistemas sociales que erradican la pobreza; sanidad y cultura al alcance de todos; seres humanos que saben del respeto y la fraternidad entre unos y otros.

Es más deseaban ser invisibles, para ver, observar, estudiar, aprender y sacar conclusiones sin interferir en otras vidas pasadas, presentes o futuras.

¿Imposible? ¡No! Ellos lo hicieron realidad un día. ¿Cómo? Te lo diré al oído: