Concha Martínez Pasamar (1967, Navarra) Doctora en Lingüística Hispánica y Licenciada en Filología e Historia. Es Profesora Titular de Lengua española en el Departamento de Filología. En su faceta creativa como autora e ilustradora ha obtenido en dos ocasiones el Premio Fundación Cuatrogatos por sus álbumes ilustrados: Cuando mamá llevaba trenzas y Tiempo de otoño (2019 y 2021), que se concede a los mejores libros de LIJ publicados en español en todo el mundo.
Reseña Cuando mamá llevaba trenzas en el blog Leyendo se entiende la gente.
- ¿Con qué libros comenzó tu afición lectora?
Creo que, como en muchos otros casos, mi afición lectora se remonta a un tiempo anterior a los libros, al relato oral, a los cuentos y las historias que tuve la suerte de escuchar de mis mayores antes de saber leer. Si hablamos de libros, mis recuerdos más remotos tienen que ver con la lectura de imágenes, en los libros de arte de mi madre, y en los pocos libros infantiles que hubiera entonces a mi alcance en casa (soy la mayor de mis hermanos). Aprendí a leer pronto, mis primeros cuentos llegaron en un volumen de los hermanos Grimm y en aquellos cuentos troquelados de quiosco, y también recuerdo muy gratamente mi primer Senda, el libro de lecturas de Santillana, en el colegio. La pequeña biblioteca del cole (Notre Dame) fue también fundamental en la consolidación de mi gusto por la lectura.
- ¿Cuáles son tus escritores preferidos?
No creo que me sea posible señalar unos pocos. Disfruto con muchas autoras y escritores, de épocas y lugares muy diversos y en géneros también distintos. Algunas lecturas que me han gustado especialmente en las últimas semanas son los cuentos de Daniel Monedero, Volar a casa, (Páginas de Espuma); una novela de Pep Puig, Caminant junts per la lluna (L’altra tribu) y un álbum ilustrado de Adolfo Córdova que acaba de salir, La noche de la huida, emocionante y cargado de intertextualidad (Ekaré). Recomiendo también muy vivamente el libro ganador del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, que combina poesía clásica con narración de los mitos griegos en Un hilo me liga a vos, de Beatriz Giménez de Ory. He tenido el honor de formar parte del jurado de este premio otorgado recientemente y enriquecer mis lecturas en este ámbito.
- ¿Cómo empezaste en el mundo de la ilustración?
En realidad, hice mis primeros pinitos en EUNSA, en un libro de ejercicios de español para extranjeros en el que Carmela Pérez-Salazar y yo nos animamos a incluir algunos dibujos entre los ejercicios. Hice también un par de cubiertas de esa colección y las ilustraciones de un libro infantil, pero no tenía tiempo entonces para otros encargos y, de hecho, dejé de dibujar, en una época de mucho trabajo. Fue bastante después cuando volví a sentir ganas de coger los lápices, al acompañar a mis hijos en una actividad que para mí había sido una forma más de juego en la infancia, y también por la necesidad de practicar alguna actividad manual. Como el dibujo me gusta más que la pintura, me interesé por cursos en línea de ilustración y de ahí surgió todo. Al compartir algunos trabajos en redes con mis compañeros de cursos los di a conocer, sin haberlo buscado inicialmente, a autoras y editores. Por supuesto, durante estos años, he seguido formándome en cursos y talleres con distintos profesionales.
- ¿Cuándo comienzas a crear tus álbumes ilustrados, qué va primero, la prosa o los dibujos?
En el caso de mis dos álbumes como autora completa, que son una especie de colecciones de estampas, en primer lugar surgen esas imágenes mentales. Creo que muchos escritores también visualizan, en realidad, las acciones antes de ponerles palabras. Digamos que en mi caso es relativamente sencillo trazar plásticamente esas imágenes mentales y construir un guion gráfico al que sumar luego la expresión verbal. En cualquier caso, al ser álbumes ilustrados, los textos y las imágenes deben complementarse, de manera que han de tenerse en cuenta simultáneamente, pero sí, diría que las imágenes preceden a la forma definitiva del texto. También sucede así en el que será mi próximo álbum completo, más narrativo. En otros proyectos creativos, en cambio, he comenzado por los textos, pero estos no serían casos de libro álbum propiamente dicho, sino otro tipo de libro.
- ¿Qué crees que aporta el lenguaje visual a los textos literarios?
Bueno, creo que depende mucho del género del que hablemos y del modo en que se aborde la ilustración. Hay textos que tienen sentido por sí mismos en los que la ilustración contribuye con una visión personal de lo que el texto literario transmite; esa visión puede aportar más o menos: en ocasiones es una versión paralela o complementaria pero diferente del texto; por poner un ejemplo, en el Frankenstein de Mery Shelley ilustrado por Elena Odriozola (Nórdica), los collages de Marta Pina sobre los poemas de Pedro Luis Ferrer en Poemas sin libro (Mediavaca) o los dibujos de Joanna Concejo para El alma perdida, de Olga Tokarczuk (Thule). En muchas de estas ocasiones, el discurso gráfico suma al texto esa visión particular en un mismo nivel que el discurso verbal. Vuelven a publicarse muchos clásicos que son fácilmente accesibles en los que el valor de la reedición puede estar, entre otros elementos o incluso exclusivamente, en la ilustración.
En otros géneros, como el cómic o el álbum ilustrado –destinado a cualquier público-, el sentido, la lectura se obtiene del modo en que texto e imagen se combinan: ninguno de los dos lo dice todo por separado, la imagen tiene tanto o más peso que el texto. Finalmente, hay libros sin palabras donde todo el sentido depende de la ilustración, y en los que tal vez el único texto esté en el título y la contracubierta. No diría que eso no fuera también, a su manera, literatura.
- También has ilustrado obras de otros autores, como 9 lunas (poemas para esperarte) o La cometa de los sueños, en estos casos ¿cómo es tu proceso creativo?
Sí, además de estos libros, he ilustrado textos de otras autoras y autores: en otoño de 2021 ven la luz los Romances de la rata sabia, de Paloma Díaz-Más (bookolia) y Algo está pasando en la ciudad, de Paula Merlán (Cuento de Luz), y estoy trabajando en otros textos ajenos ahora mismo. En estos casos, lo esencial para mí es encontrar el punto de conexión conmigo misma, con mis intereses o mis experiencias; ese punto que permita aportar cierta visión personal y al mismo tiempo encaje con la de la editorial. Por lo demás, los procesos pueden diferir luego mucho, tanto en relación con los interlocutores –puede haber contacto con la autora o el autor, otras veces se comenta más con la editorial- como en otros aspectos: la documentación, las decisiones en cuanto a los materiales, la técnica, etc. En mi caso he tenido mucha suerte y he gozado de mucha libertad y confianza tanto por parte de los escritores como de los editores.
- ¿Qué es para ti la lectura?
Es una práctica habitual. Antes he contado que dejé de dibujar; en cambio, nunca he dejado de leer con regularidad. Es una manera de enriquecer nuestra comprensión de lo que nos rodea y, en mi caso, -ya sé que es una metáfora manida, pero no por ello menos útil- actúa como puerta: de salida y desconexión, de acceso a un refugio. Hay quien necesita unas condiciones especiales para entrar en un libro: tiempo, sosiego, mente vacía; para mí es el libro el que me ocupa la mente en algo agradable; en momentos de desasosiego me ayuda a restaurar el equilibrio.
- ¿Qué cómic de adultos nos recomendaría y por qué?
Hay cómics de grandísima calidad y de características muy diferentes y aquí contamos con algunos grandísimos dibujantes y autores completos (Mikel Santos Belatz o Agustín Ferrer, por ejemplo); sin embargo, no soy muy lectora de cómics; no me importa confesarlo: es un género en el que me gustaría formarme más como lectora. Por mis querencias personales, la versión de El paraíso perdido de Milton que Pablo Auladell publicó en Sexto piso me parece una versión bellísima de este clásico. En un estilo y tema completamente diferente, recomendaría también Estamos todas bien, de Ana Penyas, en Salamandra Graphic, que construye un cómic a partir de la memoria personal de sus abuelas, y muestra cómo la sustancia de lo literario y de nuestra reflexión puede estar en lo sencillo y lo cercano.
- ¿Cómo animarías a un no lector a que se introdujese en el maravilloso mundo de la lectura?
Desde el ejemplo, en primer lugar. También contando y hablando con pasión de lo que hay en los libros, narrando, propiciando espacios libres de la constante distracción de las pantallas y buscando para estas personas, de la edad que sean, lecturas acordes con sus intereses, su capacidad lectora y el momento vital en que se encuentren.
- ¿Cómo le explicarías a un alumno recién llegado a la Universidad la importancia de la Biblioteca?
Diría que una biblioteca es el lugar desde donde nos hablan directamente las voces de todos los que construyen el saber en torno al que buscamos formarnos, pero también las voces de quienes han querido crear historias, explicarnos en el mundo, jugar con la lengua. Narración, indagación, saber y juego: lo que nos hace ser humanos está también en las bibliotecas. Antes, la biblioteca de la universidad venía a ser una prolongación de nuestras bibliotecas anteriores; diría que ahora acudir a la biblioteca y utilizarla puede ser para el alumno actual –nacido en la era de internet y formado ya en el empleo de las plataformas de aprendizaje virtual- uno de los elementos propiamente novedosos de la etapa universitaria. Creo que estaría muy bien que condujéramos de nuevo al alumnado a acceder directamente a los libros, al menos en algunas ocasiones, sin mediación de pantallas.
- Si pudieras ser un libro… ¿cuál sería y por qué?
Aunque adoro los libros y para mí son importantísimos –me han conformado, han determinado mis dedicaciones profesionales y mis tiempos de ocio- no quiero sacralizarlos. La vida está en otro lugar y ellos son siempre en función de lo que acontece fuera de ellos. No me gustaría ser un libro.
Muchísimas gracias por tus respuestas y te deseamos mucha suerte con las próximas publicaciones.