«Leer requiere curiosidad y deseo de conocer, y ése es el estímulo que lleva a las cuestiones centrales de la existencia, pues obliga a plantearse las grandes preguntas».

Víctor Sanz Santacruz es licenciado en Filosofía por la Universidad de Santiago de Compostela (1979) y doctor por la Universidad de Navarra (1985) con la tesis doctoral Realidad, posibilidad y existencia en Francisco Suárez. Posteriormente, amplió su formación en las universidades de Munich y Hannover.

 

Víctor Sanz ha publicado múltiples publicaciones científicas, destacando los libros titulados La teoría de la posibilidad en Francisco Suárez  (Pamplona, 1989) e Historia de la filosofía moderna (Pamplona, 1991). Ha traducido los títulos La paz de la fe. Carta a Juan de Segovia, de Nicolás de Cusa; y Octavio, de Minucio Félix.

Su investigación se ha centrado en la metafísica, la filosofía de la historia y actualmente en la filosofía de la religión. Ha sido secretario de la sección de Filosofía de la Universidad de Navarra (1986-1991) y vicedecano de la Facultad de Filosofía y Letras (1992-1995). Es Director del Servicio de Bibliotecas desde 1999, actividad que compagina con la docencia. Secretario Ejecutivo de Rebiun en 2010.

  • ¿Recuerda cómo comenzó su afición a la lectura?

No, pero sí se me ha quedado grabada la imagen de una persona a la que siempre veía con un libro en la mano, dispuesta a aprovechar cualquier momento para ponerse a leer. Eso sí que reforzó mi afición a la lectura y, sobre todo, el convencimiento de que también se puede leer en tiempos muertos.

  • Son los campos de Castilla de su Palencia natal buenos inductores de la evocación literaria, ¿con qué tres escritores castellanos mantendría una tertulia sobre literatura?

Cualquier buen escritor es lo suficientemente interesante para mantener una tertulia con él, porque posee la capacidad de ver las cosas de un modo diferente, a veces sorprendente, y tiene siempre algo que aportar. De todos modos, más que sobre literatura, desearía que fuera una tertulia sin más, hablando de la vida, porque de eso, en definitiva, es de lo que nos habla la literatura.

  • Filósofo de formación, ¿qué pensador cree que hubiera sido un buen bibliotecario por su amor a los libros y a la literatura?

Ha habido célebres filósofos que han sido bibliotecarios, como Hume, en la Universidad de Edimburgo, y Leibniz, que fue bibliotecario de la Biblioteca de la Corte de Hannover. En realidad, a todo filósofo le interesan los libros y, por tanto, las bibliotecas, pero no niego que en algún caso los filósofos, que a veces tienen fama (no siempre merecida) de carecer de sentido práctico, pueden causar más de un quebradero de cabeza a cualquier bibliotecario que se les ponga por delante. Entre otras cosas, porque buena parte de ellos coincidirán en la convicción de poseer el sistema ideal para clasificar los libros; cada uno el suyo, claro. Precisamente, ese sistema que no existe ni puede existir.

  • Homo legens, además de ser nombre de editorial, ¿le sugiere  una antropología de la lectura?

La lectura ofrece a quien se acerca a ella grandes posibilidades de abrirse al mundo, de ampliar su horizonte y de enriquecer su propia experiencia. Leer requiere curiosidad y deseo de conocer y ese es el estímulo que lleva a las cuestiones centrales de la existencia, pues obliga a plantearse las grandes preguntas. Pero la lectura tiene también sus enfermedades, como la de Alonso Quijano, y puede encerrar en un universo imaginado y alejado de la realidad, o producir esa cultura meramente libresca, que fustigaba con dureza Descartes como un erróneo sustitutivo de la relación viva con el mundo. Pero la palabra “leer” tiene un sentido más amplio y profundo, que no se limita a la primera acepción del DRAE (“pasar la vista por lo escrito o impreso comprendiendo la significación de los caracteres empleados”) y manifiesta una actitud muy próxima a la filosófica, por la mirada atenta que dirige a la realidad. En la lectura nos movemos, en último término, por el afán de buscar la verdad, aunque se trate de un universo de ficción, pues a fin de cuentas constituye un modo de tratar de comprender el mundo en que vivimos.

  •  ¿Qué temas y autores son sus preferidos a la hora de escoger un libro de cabecera? ¿Es lector de un solo libro o mantiene diálogo con varios a la vez?

Habitualmente leo un solo libro al mismo tiempo, aunque hay temporadas en que leo dos o tres a la vez. Me interesan especialmente las biografías o, mejor aún, las memorias, diarios y testimonios personales. Por ejemplo, Julien Green, que mantuvo, con breves interrupciones, un diario desde 1926 hasta su fallecimiento en 1998 con un total de más de 5.000 páginas, y es uno de los grandes representantes de ese género. También me atraen los ensayos y relatos de vivencias de la primera mitad del siglo XX, especialmente en Europa: Sebastian Haffner, Alexander Wat, Stefan Zweig, Fritz Stern, Pieter van der Meer, Albert Speer, Dietrich von Hildebrand, Etty Hillesum, Victor Klemperer, etc., así como otros testimonios relacionados con la segunda guerra mundial que he leído en los últimos años y me resultaron sorprendentes: Anotaciones de Jakob Littner desde un agujero bajo tierra, de Wolfgang Koeppen; El pianista del gueto de Varsovia, de Wladyslaw Szpilman y la magnífica trilogía de Fred Uhlman, que comienza con Reencuentro. Si a eso se añaden las novelas y relatos breves de Irène Némirovsky, que considero de gran calidad, así como las grandes novelas de Vasilii Grossman, que tienen gran fuerza y un alto componente autobiográfico, está claro que el horizonte de mis intereses literarios puede parecer bastante limitado y quizá algo desconocido para la mayoría o alejado del gusto de muchos.

  • Vivimos una época donde se dice que los jóvenes leen poco. ¿Cómo cree que se podría mitigar este hecho desde la Universidad?

Proponiendo libros interesantes por quien los ha leído con pasión e intensidad, con verdadera afición. Quizá en España la enseñanza universitaria es tradicionalmente demasiado escolar y muy centrada en el resultado, que en último término es la obtención del título, y eso condiciona tanto la actitud del profesor como la del alumno. Hay, es verdad, muchas excepciones, pero tendríamos que lograr que en la Universidad, quienes apenas leen, descubran la afición por la lectura de calidad. En la Biblioteca procuramos hacerlo, dentro de nuestras posibilidades, con la colección de libros de entretenimiento, los llamados PLC, que el pasado curso se ha ampliado a una colección de libros en inglés en la Biblioteca de Ciencias (ENG). Es una buena iniciativa, que se inició hace muchos años y que continúa siendo muy bien acogida. Otra iniciativa que me llena de satisfacción es la aparición de este blog de lectura, que en poco tiempo ha alcanzado un gran número de seguidores y constituye una valiosa aportación a la tarea intelectual que desempeña la Universidad.

  • Es director de la Biblioteca desde 1999. ¿Cuál ha sido el mayor cambio que ha experimentado el Servicio de Bibliotecas en estos años? Desde su posición, ¿hacia dónde cree que va la biblioteca universitaria?

Sin duda, el mayor cambio se ha debido a los avances tecnológicos, que han hecho saltar por los aires el concepto tradicional de biblioteca, que ha perdurado durante siglos. La biblioteca, con una expresión muy utilizada en otros ámbitos, ha sufrido un proceso de “deslocalización”. Pero, al mismo tiempo, esto resulta paradójico, porque la biblioteca, como lugar, no ha desaparecido, sino que ha cambiado y además se ha expandido también a la red, es decir, se ha hecho más personalizada e independiente de los condicionamientos espaciales. Junto a eso, la disponibilidad de millones de ejemplares a texto completo en Internet, es otro factor que modifica profundamente el concepto tradicional de biblioteca. Aun así, el usuario de la era digital no es sólo virtual y continúa acudiendo a la biblioteca, porque en ella encuentra el ambiente y las condiciones adecuadas de trabajo que busca y eso es algo que debe tenerse en cuenta en la gestión bibliotecaria. La pregunta de hacia dónde va la biblioteca universitaria no es fácil de responder. Por lo general, uno puede decir cosas y esperar unos años a ver si ha tenido suerte y ha acertado, pero entonces sirve de poco el haber esperado, si no se ha trabajado en esa dirección. Pienso que la biblioteca universitaria del futuro inmediato exige, por parte de los bibliotecarios, estar en condiciones de ofrecer un servicio personalizado y de gran calidad, que facilite el trabajo de los usuarios y les permita conocer los medios de que dispone la biblioteca para ello. Esa es la línea que hemos emprendido en nuestra biblioteca.

  • ¿Cómo le explicaría a un alumno recién llegado la importancia de la Biblioteca en sus estudios? ¿Por qué la lectura juega un papel tan arquitectónico en la formación de un buen universitario?

En realidad, para la mayor parte de los alumnos, la biblioteca es ante todo una sala de estudio. No tiene sentido tratar de renunciar a esa función, porque perjudicaría al alumno y es además uno de los servicios que la universidad debe ofrecerle. Pero habría que tratar de hacerle comprender que la biblioteca, además del lugar donde estudia y tiene acceso a la bibliografía o a los manuales que necesita, posee una gran riqueza constituida por centenares de miles de libros que están a su disposición, aunque no tiene por qué leerlos allí, si no lo desea o no le resulta cómodo. Quienes lo han descubierto, comprenden el papel que juega la lectura en la formación del auténtico universitario y, sobre todo, aprenden por experiencia que la lectura, al abrir horizontes insospechados, favorece el despliegue de la libertad.

  • “Biblioteca” es una palabra que, en general, ha adquirido tanto peso específico que quizá en muchos casos se ve como una entidad independiente. A nivel informativo, ¿cómo explicaría el papel de la Biblioteca en el contexto de la Universidad de Navarra?

Como cualquier otro servicio de la Universidad, la Biblioteca tiene, lógicamente, una autonomía de gestión necesaria para su buen funcionamiento. Las Universidades son organizaciones complejas, en las que trabajan, estudian y conviven muchas personas, con un espíritu de iniciativa muy acusado y a veces trepidante, y eso explica que puedan surgir dificultades de coordinación, que hay que tratar de solucionar. Explicar el papel de la Biblioteca en la universidad no resulta difícil, pues se inscribe de lleno en el doble objetivo de la institución universitaria, que es la docencia y la investigación. Sin Biblioteca, una y otra se resienten o, más exactamente, no pueden llevarse a cabo.

  •  ¿Para cuándo la Biblioteca se adentrará en el préstamo libro electrónico, otra forma de leer?

Eso depende sobre todo de que las editoriales y empresas que lo comercializan ofrezcan adecuadas aplicaciones tecnológicas y condiciones económicas favorables. Por lo que observo, están más orientadas por el momento al lector como cliente final, sin intermediarios, ofreciéndole a precios muy ventajosos una gran variedad y cantidad de títulos.

  • Como apasionado bibliófilo, ¿sueña con la posesión de algún facsímil o incunable concreto?

En el sentido propio de la palabra no me considero bibliófilo, me faltan conocimientos para eso, sino un simple aficionado a los libros y también, por supuesto, al libro antiguo, que procuramos cuidar en nuestra Biblioteca y tratamos de incrementar su número. Los facsímiles, aun reconociendo que hay algunos que son auténticas obras de arte, no me atraen, prefiero la frescura y autenticidad del ejemplar original.

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Desde Leyendo se entiende la gente agradecemos a Víctor Sanz

su disponibilidad y confianza en este proyecto.