«He ahí una muy buena relación: el amor y la lectura, idénticas pasiones, excelentes motivos, ambos, para “perder la vida”.»

Alberto San Segundo es catedrático de Formación y Orientación Laboral en el Instituto Martínez Uribarri de Salamanca. Colaborador con el CAP de la Facultad de Educación de la Universidad de Salamanca desde 1997, imparte clases en el Máster de Formación del Profesorado de la Universidad de Salamanca desde su inicio en el curso 2009-2010. Actualmente es Coordinador del Practicum en dicho Máster.

En 1999 comenzó su colaboración con Radio Universidad de Salamanca a través de Buscando leones en las nubes, un programa de música y literatura que sigue en antena y acaba de cerrar su vigésima temporada.

En 2001 empezó a presentar un espacio de recomendaciones literarias en Onda Cero Salamanca que se prolongó, en distintas etapas (alguna con alcance nacional), hasta 2009. Desde 2010, el programa, que con el título de Todos los libros un libro sigue ofreciendo la reseña de un libro cada semana, puede escucharse también en la emisora universitaria salmantina.

  • ¿Con qué libros comenzó tu afición lectora?

Mis recuerdos son más bien vagos. Imagino que con los habituales en las primeras etapas de la vida: Robinson Crusoe, La isla del tesoro, Moby Dick, algunas novelas de Zane Grey, los exigidos en el colegio. En cualquier caso, me recuerdo leyendo muy a menudo. En la adolescencia empecé con algunos libros de la colección Crisol, que mi padre compró íntegra (con un mueble para acomodar los muy pequeños volúmenes). Recuerdo algo de Oscar Wilde, el Baroja de Shanti Andía y Zalacaín, El conde Lucanor, El Mercader de Venecia, Mientras agonizo, El padre Brown de Chesterton, El filo de la navaja y algunos otros (de la mayor parte de los cuales seguro que no entendí nada). En casa había también las colecciones, encuadernadas en piel, editadas, creo, por Plaza y Janés, con las obras escogidas de los premios Nobel y Pulitzer. Me vienen ahora a la memoria Los Buddenbrook, Calle Mayor, El Motín del Caine (y la estupenda película con Bogart), Viento del Este, viento del Oeste. También alguno de los primeros premios Nadal, Carmen Laforet, Delibes, Carmen Martín Gaite, que mi padre compraba puntualmente desde joven. Recuerdo el impacto que me provocó, a los trece o catorce años, la lectura de El Padrino (creo que por algún pasaje de sexo). Y también los tebeos, claro, y, sobre todo, Tintín. Nada excepcional, pues; todo muy diverso, poco ortodoxo y ecléctico, como soy en la actualidad.

  • ¿Cuáles son tus escritores preferidos?

No tengo escritores preferidos. Leo de todo y, como no tengo demasiado criterio, de casi todo disfruto. Me entusiasmaron en su momento Cortázar, Thomas Bernhard, Vargas Llosa, Borges, Fernando Savater (desde otra lógica, no estrictamente literaria), Natalia Ginzburg, Jane Austen, Javier Marías. De todas formas, si contesto a esta pregunta mañana el listado sería otro distinto, y también “fiable”.

Soy un mal lector, con enormes lagunas en relación a las lecturas “canónicas”. He leído y leo mucho, pero mal (“mal” desde un punto de vista llamémosle “racional”; porque siempre he disfrutado y sigo disfrutando enormemente leyendo). Soy, en la taxonomía de Cortázar (hoy tan políticamente incorrecta), un lector “hembra”, me dejo llevar por el caudal de las narraciones, no soy especialmente “activo”, no “penetro” los textos, me arrebatan las historias, que me lleven a conocer otras vidas…

  • ¿Lees en papel o en formato electrónico?

Soy un antiguo, siempre en papel.

  • Dinos el título de una novela que te haya sorprendido y por qué

En su momento, Rayuela, que de chaval cambió mi vida (si es que eso es posible). También Corrección y la autobiografía en cinco libros de Thomas Bernhard. Bella del Señor, de Albert Cohen. Pero una vez más, si contesto dentro de unos días mi respuesta sería otra, igualmente cierta. Tengo una pésima memoria, seguro que hay otras más significativas, no en términos objetivos, sino para mi propia vida.

  • Hay un dicho alusivo a tu ciudad que dice Salamanca no hace milagros, el que va jumento, no vuelve sabio. Utilizamos esta frase para preguntarte qué es para ti la lectura.

Fundamentalmente, un modo de huir del tiempo, de ser, pues, feliz. Leyendo, mi vida tiene mucho más sentido del que tiene fuera de ese ámbito privilegiado que son los libros. Podría decir también que leo para aprender, para disfrutar, para ampliar mis horizontes, para conocer, para sentir… y todo sería cierto, pero a la vez falso, tópicos de entrevista de revista literaria. Si no pudiera leer no sé cómo resistiría el contemplar cara a cara el absurdo del mundo, el paso del tiempo, el deterioro, las pérdidas, la imposibilidad de los sueños. A no ser que estés enamorado, porque, si lo estás, los libros son superfluos. He ahí una muy buena relación: el amor y la lectura, idénticas pasiones, excelentes motivos, ambos, para “perder la vida”.

  • ¿Qué le dirías a una persona que no tiene el hábito lector?

Que no sabe lo que se pierde. La vida sin libros no tiene sentido, salvo, como he apuntado, si vives permanentemente enamorado (uno de los consejos, por cierto, que Hemingway daba a futuros escritores: “Permanece siempre enamorado”). Pero, en realidad, y una vez más, mi afirmación es falsa: leer no sirve para nada; se trata, exclusivamente, de placer, como el que se deriva, para sus devotos, de la práctica del fútbol, la instalación de muebles, la confección de canastillas o la acumulación compulsiva de sellos. Y es absurdo convencer a nadie de que el deporte, el bricolaje, el ganchillo o la filatelia son indispensables para vivir (en el caso de que siga habiendo gente entregada a la filatelia). Sólo se puede inducir a la lectura mostrando nuestra propia pasión… y eso sin pretensión alguna de “apostolado”. No, leer no sirve para nada…

Escasa, la audiencia de los programas de Radio Universidad de Salamanca es pobre. Algo más se sigue a través de internet, porque pueden leerse las reseñas y escucharse las emisiones en los blogs de ambos espacios (y queda constancia de las visitas y las descargas de los podcasts: unos pocos cientos, no creo que muchas más). Dicho lo cual, la culpa es, sobre todo, mía, porque no me “muevo” para multiplicar la difusión y, fundamentalmente, porque no estoy dispuesto a cambiar mi modo de hablar y de escribir: textos largos, abundancia de subordinadas, estilo enrevesado, léxico algo ampuloso, reseñas de diez folios, largas peroratas de media hora, densidad, una cierta anticuada retórica, recreación en los matices, constante necesidad de incisos, paréntesis, precisiones, acotaciones… la antítesis de lo que pide el mundo de hoy: facilidad, sencillez, brevedad, instantaneidad, fogonazos, lemas, píldoras, tweets (¿o hay que escribir tuits?).

Por otro lado, yo no soy un experto, no tengo vínculo alguno con la literatura o con la edición, ni por formación académica ni por dedicación profesional. ¿Quién tendría que fiarse de mí o dejarse llevar por mi criterio? Desde mi particular “zulo” leo libros que me gustan y pienso que no soy tan raro como para que no puedan gustarle a nadie más. Por eso los recomiendo, aunque no transijo (no salgo del zulo): presento -con pasión- lo que quiero y del modo que quiero, sin “plegarme” a lo que, supuestamente, puede “llegar” a la gente. Pero hay miles de personas que hacen lo mismo en internet. ¿Por qué alguien va a querer leer o escuchar mis “delirios”?

Tiene más repercusión mi otro espacio en la radio, no estrictamente literario, Buscando leones en las nubes. En él leo en antena fragmentos de libros que me han interesado o emocionado o hecho reflexionar, acompañados de música que me apasiona y que yo mismo selecciono. Al estar hecho de pequeñas “piezas” (el programa dura una hora, en la que “caben” una docena de textos y otras tantas canciones) es de más fácil escucha. Además, al no “estar presente” yo sino -a través de mi voz- los autores cuyas frases “ofrezco”, resulta mucho más interesante. Creo que “llega” -y gusta- más (sobre todo a mí).

  • En la Biblioteca de la Universidad de Navarra organizamos dos clubes de lectura “Entre Líneas” de narrativa, y “Arte9” en los que se leen cómics. ¿Has participado en alguno? ¿Qué te parecen este tipo de iniciativas?

He tenido alguna colaboración esporádica con la Biblioteca de la Casa de las Conchas, en Salamanca. No participo habitualmente en ellos, pero me parecen experiencias espléndidas, muy fecundas, altamente recomendables. Yo tiendo al onanismo lector, más allá de que me “comunique” con “el mundo” en mis programas, aunque pienso -un tanto paradójicamente – que la lectura es mucho más rica si se comparte, y en este sentido este tipo de actividades encierra unas potencialidades formidables. De hecho, voy a aprovechar la ocasión para incluir un inciso autopublicitario: me brindo para ir a vuestra Biblioteca navarra a “hacer” ante el público algún Buscando leones en las nubes, en una suerte de performance de música y literatura; estoy seguro de que interesará.

  • ¿Eres usuario de bibliotecas?

No, soy un maniático de los libros (soy un maniático, a secas). Quiero tenerlos. Los compro siempre (muchos más de los que puedo leer). Incluso si leo un libro que alguien me ha dejado, acabo por comprarlo.

  • En estas vacaciones ¿qué libro no va a faltar en tu maleta?

Muchos. Cito algunos de los que me voy a llevar (una lista no exhaustiva y cambiante, porque puedo modificarla de un día para otro):

Algunos “antiguos” que aún no he leído y que están a la espera, acechantes:

Novedades “relativas”:

  • Las hijas de otros hombres, de Richard Stern
  • Corazón que ríe, corazón que llora, de Maryse Condé
  • Leyendas de otoño, de Jim Harrison
  • El clamor de los bosques, de Richard Powers
  • El intruso honorífico, de Felipe Benítez Reyes
  • El hombre que nunca existió/Operación desengaño, de E. Montagu/D. Cooper

Un par de clásicos “voluminosos”:

Poesía y varios:

  • Poesía completa (1993-2018), de Karmelo C. Iribarren
  • El muelle de la bahía, una historia del soul, de Luis Lapuente

Aclaración: Soy profesor… ¡¡tengo dos meses de vacaciones!! ¡¡Horas y horas de lectura placentera!!

  • Si pudieses ser un libro … ¿cuál sería y por qué?

Nunca lo he pensado. Así, a bote pronto, me viene a la cabeza Poemas de amor, de James Laughlin, en Linteo. Estaría bien ser ese libro, tan tierno, tan dulce, tan lleno de emoción, tan triste también, rebosando melancolía y sensibilidad… ¡¡Pero estaría bien ser tantos otros…!!

¡Te agradecemos mucho tu colaboración y te seguiremos por la radio!