La pequeña comunista que no sonreía nunca, Lola Lafon, Anagrama, 2015.
El reto de agosto era leer una biografía o biografía novelada; oye, ¡que lo hemos vuelto a conseguir! Aquí está y empieza así «Érase una vez que se era…»
Ocurrió en 1976, en los Juegos Olímpicos de Montreal. El 18 de julio, una niña menuda de apenas 14 años se dispone a defender su ejercicio en el apartado de paralelas asimétricas. La niña se desliza por las barras como si formara parte de ellas, con su maillot blanco ribeteado con los colores de la bandera de su país, Rumanía. Su ejercicio, un asombro cercano a la perfección, provoca el delirio en el estadio. Sin embargo, la nota otorgada por los jueces refleja todo lo contrario. El marcador digital muestra un 1,00. El desconcierto y el enfado es generalizado. Pronto se sabe el porqué de ese rácano uno. Alguien había dicho a Omega, la marca relojera encargada del marcador, que una puntuación de cuatro dígitos, un 10,00, era imposible en la gimnasia artística. Jamás había pasado. Hasta que llegó ella, traspasó el telón de acero y pulverizó cualquier prejuicio. Ese día se hizo historia, ese día se consiguió el primer 10,00 en gimnasia rítmica, ese día se logró la excelencia. Ese día todo el mundo se enamoró de Nadia Comaneci.
La autora fabrica, a través de un intercambio fabulado de correos y conversaciones telefónicas con la propia Nadia Comaneci, una biografía ficcionada de lo que pudo ser la vida de la gimnasta: sus inicios, sus duros entrenamientos, la relación con sus entrenadores, su utilización política, el control de la familia Ceaușescu, la huida; una vida de luces y sombras de la que ya es, desde hace muchos años, parte de la Historia mundial.
Con esta obra la autora obtuvo el premio Versión Fémina/FNAC.
Inmaculada Setuáin Mendía