El nombre del viento, Patrick Rothfuss, Plaza & Janés, 2009.
Me llamo Kvothe. Quizá hayas oído hablar de mí.
Kvothe ha cambiado su nombre por Kote para ocultar su verdadera identidad, regenta una posada llamada Roca de Guía acompañado de su discípulo Bast. Un día les visita Devan Lochees, un autor conocido como “Cronista” interesado en escribir las biografías de las figuras más importantes de su tiempo, y quiere escribir la de Kvothe, un personaje al que le rodea un halo de misterio, y que según la historia que se escuche puede ser un héroe o un demonio. Al principio Kvothe se resiste, pero al final accede, con la condición de hacerlo en tres días.
Y en este libro vamos a conocer la historia que cuenta ese primer día, la de su infancia hasta su primer año en la Universidad.
Kvothe era un niño prodigio que crece con la compañía de sus padres, un grupo de itinerantes, tocando y haciendo trucos, memorizando canciones y cuentos. Un día conocen a Abenthy, un arcanista al que invitan a su grupo después de oírle pronunciar una magia imposible, el nombre del viento. Así, Abe, se convierte en su tutor enseñándole historia, química y… simpatía.
La ley de la simpatía es uno de los fundamentos de la magia. Establece que cuanto más parecidos son dos objetos, mayor es su relación simpática. Cuanto mayor es la relación, más fácilmente se influencian uno a otro.
Tras muchas aventuras y contratiempos, a los quince años consigue llegar a la Universidad, Abenthy le ha enseñado bien, y combinado con su impresionante memoria, talento natural, inteligencia y entrenamiento consigue acceder tres años antes de lo normal.
Esta es una fantasía épica, de alcance épico, pero también es un bildungsroman, una historia de la vida de una persona, con un gran desarrollo de los personajes, con una construcción de un mundo sólido y creíble, recomendable no sólo para aquellos lectores que les gusten las novelas fantásticas, sino para aquellos que simplemente disfruten de grandes historias.
Y con esta novela cumplimos el reto de lectura de este mes, que era leer un libro con magia.
Inmaculada Pérez