«Para desconectar del mundo y conectar con lo que me importa, tengo siempre una buena novela entre las manos»

Teresa Gutiérrez Cabiedes (Pamplona, 1977) es Licenciada en Periodismo y Doctora en Comunicación Pública por la Universidad de Navarra.

Ha trabajado para diversos medios de comunicación y en la actualidad trabaja como periodista freelance. Máster en Creación Literaria por la Escuela Contemporánea de Humanidades, ha publicado El hechizo de la comprensión. Vida y obra de Hannah Arendt, Secretos de un arzobispo, Palabra de Hannah Arendt: ser o no ser periodista en la era punto cero y Van Thuan, libre entre rejas.

  • ¿Con qué libros comenzó tu afición lectora?

La verdad es que, supongo que como todos los niños, con los cuentos y la guía de teléfonos (si te mandaban buscar algo, es que ya eras mayor). Me encantaban las historias de héroes, luego las Aventuras de Los Cinco, novelas históricas (especialmente las vidas épicas de algunos santos) y poesía a cualquier hora.

  • ¿Cuáles son tus escritores preferidos?
Me es imposible sintetizar así porque son muchísimos y depende de los géneros y de las etapas de la vida. Pero me chifla cualquier clásico castellano (de novela, poesía, teatro o espiritualidad), los griegos (en pensamiento) y Shakespeare (del que también disfruto con adaptaciones magníficas al cine). Me abduce irremediablemente la literatura escrita por judíos. Nunca me canso de leer ensayos de Alejandro Llano (que es mi maestro), quien además te conduce a otros muchos pensadores. También me descansa un montón leer novelas de humor con crítica social (especialmente de Jonas Jonasson y Romain Puértolas) y cualquier cuento, novela o historia de/sobre libros, librerías, libreros, escritores, etc.
  • ¿Qué género literario te gusta más?

Soy una roedora de ensayos y de libros de espiritualidad. Pero, para desconectar del mundo y conectar con lo que me importa, tengo siempre una buena novela entre las manos (de héroes anónimos de la Segunda Guerra Mundial las he agotado ya:-). Para momentos que piden belleza, poesía (generalmente al aire libre) y, si puede ser, compartida con los míos en voz alta. Pero también me encanta el cómic (Tintín y  Mafalda, sobre todo). Y me atrapan los libros sobre psicología y educación: uno de mis últimos descubrimientos ha sido Catherine L’Ecuyer, a la que deberían dedicar una plaza con una estatua al sentido común que hemos perdido en algún punto del camino.

  • ¿Dónde sueles leer?

Quizás la pregunta es al revés: ¿dónde no lees? Mis lugares preferidos para leer son un templo hermoso y la orilla del mar. Pero lo habitual es por la calle, en el bus, en la cama… y mejor no seguir dando pistas sobre lugares que solemos frecuentar con cierta calma y sentados. Bueno, y… la última vez que empotré el coche fue por ponerme a leer en un semáforo en rojo que cambió a verde mientras yo buceaba en letras.

  • Estudiaste en la Universidad de Navarra, ¿qué recuerdas de aquellos años?, ¿frecuentabas la Biblioteca?

Fueron unos años en los que recibí mucho alimento para crecer y para, más tarde, desempeñar mi profesión. Sí iba mucho a la biblioteca: solía ponerme a estudiar en las primeras filas para no distraerme, especialmente en exámenes. Un día me quedé completamente dormida. Al despertarme, quise salir disparada para no empalmar con otra siesta. Me levanté y, sin darme cuenta, me pegué un tortazo contra el extintor de una columna. La gente, que llevaba una hora viéndome cabecear, contuvo el aliento pero, después, se partió de la risa. Lo cierto es que los libros con la signatura PLC (para leer en casa) salvaron mi precario presupuesto de estudiante. Luego, durante el doctorado, tuve que investigar en otros centros (la Biblioteca Nacional de España, la Library of Congress en USA, universidades…) y me sentí una afortunada: el mejor lugar para estudiar en serio, con infinitos libros al alcance de la mano y un personal de profesionalidad impagable, es la biblioteca de investigadores de la Universidad de Navarra. Está bien pensado hasta el ciprés de la entrada, que te recuerda que cualquier sabiduría de este mundo, también pasa. Eso sí, hay que ir por los pasillos con los ojos tapados (especialmente en las estanterías de literatura y arte).
  • En noviembre presentaste tu último libro Van Thuan: libre entre rejas en la cárcel de Pamplona. ¿Por qué decidiste presentarlo allí y cómo fue?
Es una historia que habla sobre la libertad interior: la experiencia real de un preso, detenido injustamente, que fue profundamente libre en la cárcel y cambió la vida de muchas personas. Todos tenemos prisiones interiores de las que nos gustaría liberarnos. Pero quienes viven sin libertad física tienen más difícil acceder a la literatura. Como reza ese dicho popular: si Mahoma no va a la montaña… la montaña irá a Mahoma. La vivencia de llevar esta novela a cárceles está siendo un regalo indescriptible. Me encantaría que la mitad de los que vivimos en teórica libertad tuviéramos la apertura que he encontrado en muchos reclusos: su sed de cambiar de vida, de enfrentarnos a nuestros errores sin tapujos, de confiar en que es posible la redención. La gratitud con la que me acogen también me conmueve. Realmente, he “aprehendido» que la obra de misericordia que propone la Iglesia católica (visitar a los cautivos) produce el efecto contrario: te visita Dios en cada uno de ellos.
  • ¿Cómo te surgió la idea de escribir Van Thuan: libre entre rejas, cómo te llegó su historia?
A través de un amigo suyo, don Francisco Pérez (arzobispo de Pamplona) al que en una entrevista puse contra las cuerdas. Le preguntaba cómo se atrevía a predicar la libertad que propone la Iglesia (dejarse hacer por Otro, entregarse a los demás) cuando es anti-contemporánea (nosotros tendemos a pensar que ser libre es hacer lo que te venga en gana, tener mucha salud y poder adquisitivo…). No me contestó con una teoría antropológica ni con complejas teologías. Me contó la historia de su amigo. Yo recordé que la había leído en la adolescencia. Pero me sobrecogió caer en la cuenta de que era la vida REAL de un hombre concreto. Si él había sido capaz de convertir una mazmorra en un paraíso, quería saber cómo. Testar si me afectaba. Y, en ese caso, contar el secreto.
  • ¿Estás escribiendo otro libro? Si es así, ¿sobre qué temática?

Ahora mismo ando dando más vueltas que una peonza con la novela de Van Thuan, libre entre rejas, intentando que llegue al mayor número posible de personas. Pero siempre estoy escribiendo: si no lo hago, reviento. El próximo libro pienso que será de espiritualidad: una mascletá sobre qué pinta Dios en el sufrimiento extremo mío, tuyo y del mundo.

  • Si tuvieses que regalar un libro ¿cuál sería?
Resulta políticamente incorrecto o medio friki contestar esto, pero si sólo fuera uno… ¡la Biblia! Y dentro del bestseller, pues marcaría con fosforito El cantar de los cantares, El libro de los Salmosy el de la El libro de la Sabiduría, las historias increíbles de las mujeres del Antiguo Testamentocualquier parábola, el Evangelio de Juan y las cartas de Pablo.
Cuando regalo un libro, siempre depende de la persona y de su situación. Pero… si fuera un poemario, uno de Quevedo; una novela… ¡buf! pues…El idiota, de Dostoyevsky;  un ensayo, El elogio de la pereza de Jacques Leclerc, y un libro de espiritualidad… La paz interior o cualquiera de Jacques Philippe. Y para siempre acertar o quedármelo (lo tengo en cinco idiomas), El principito (que, además, forma parte también de mi historia de amor).
  • Para terminar, ¿con qué autor te gustaría tomarte un café?

Soy incapaz de elegir uno, así que ahí van varios. De los vivos… me encantaría con Susanna Tamaro (Un corazón pensante), con Joseph Ratzinger (en un lugar con piano con su gato), con Fabrice Hadjadj (La suerte de haber nacido en nuestro tiempo), con Natalia Sanmartín (El despertar de la señorita Prim), y con Alejandro Llano (por suerte, a este último lo exprimo). De los muertos, con Sócrates, con Bécquer, con Salinger, con Simone Weil, con Karol Wojtyla y con cualquiera de las Teresas (Ávila, Lisieux, Calcuta o Stein)… El resto los guardo en la lista de cosas que querría hacer en el Cielo.