Una de las lecturas más recomendables para el desarrollo de la creatividad es la de los tebeos. Esa denominación procede de la gran difusión que tuvo el primero de ellos, el TBO, la famosa revista con historietas cómicas fundada en 1917 y que se publicó hasta 1998. La revista arraigó en la cultura y lenguaje popular, con expresiones como “está más visto que el tebeo”. Una de sus secciones, “Los grandes inventos del TBO” ha sido muy valorada por la combinación entre humor y diseño industrial. Estos “inventos” expresaban soluciones imaginativas disparatadas para problemas cotidianos.
Uno de los dibujantes de esos “inventos” fue Ramón Sabatés, con su famoso personaje “Profesor Franz de Copenhague”. Creó más de un millar de “inventos” empleando elementos mecánicos: poleas, cuerdas, cadenas, pedales, émbolos, engranajes, muelles, pilas y vapor de agua (nada de electrónica, aún por inventarse). Entre los más celebrados estaban los siguientes: el dispositivo anti cabello para que los barbudos puedan tomar la sopa; el procedimiento para evitar las colas; el bastón caza colillas; el instrumento contra los perros vagabundos; la máquina guillotina para cortar la punta de los cigarros puros; el anti mosquitos efectivo pero que no los mata, solo los intoxica y los marea, para que pierdan las ganas de volver a molestar.
Sabatés sostuvo con ironía que todos sus inventos podían ser construidos, pero solamente algunas de sus disparatadas ideas se hicieron realidad.
Entre los muchos testimonios favorables de sus antiguos lectores están los dos siguientes:
–Los inventos del TBO eran geniales, tanto en dibujo como en imaginación.
–Me leía los inventos del TBO porque eran puro ejercicio de imaginación creativa. Te enseñaban a buscar soluciones a cualquier problema, independientemente de su realización práctica o de su rentabilidad económica. Sentías el gozo de la libertad de la creación mental. Gracias infinitas a TBO.
En algunas escuelas se está introduciendo ya la lectura recreativa (cuentos, comedias breves, fábulas, adivinanzas, comics, etc.) seguida de actividades en forma de talleres para estimular el pensamiento divergente. Esta experiencia requiere profesores innovadores y crear un ambiente creativo».
Gerardo Castillo Ceballos