El lenguaje de las flores, Vanessa Diffenbaugh, Salamandra, 2012.
Victoria ha pasado toda su vida saltando de un hogar de acogida a otro para finalmente terminar en un piso tutelado. Su corta vida no ha sido ningún camino de rosas. No ha recibido amor y no sabe darlo. Solo guarda buen recuerdo de Elisabeth, la mujer con la que pasó un año y medio y quien le enseñó el lenguaje victoriano de las flores.
El día que cumple dieciocho años debe emanciparse de la tutela estatal. No tiene nada. Tampoco a nadie. Sus flores son su refugio. Providencialmente encuentra trabajo en una floristería. Allí puede desarrollar sus habilidades a la vez que conoce a Grant, un mayorista de flores y ¿un conocido del pasado?
Victoria no es una chica común. Su difícil vida ha hecho de ella una persona cerrada, seca, solitaria, desconfiada. Los capítulos alternan su vida presente con la pasada junto a Elisabeth. Poco a poco van aflorando los secretos del pasado y poco a poco se vislumbra algo de luz entre tanta fragilidad.
La historia atrapa. La autora dosifica la información hábilmente de manera que las ganas de saber qué pasó entre Victoria y Elisabeth y entre Victoria y Grant te empujan a su lectura.
Inmaculada Setuáin Mendía