«Me había calzado, por consejo suyo, unas sandalias con suela de goma a fin de hacer el menor ruido posible al desplazarme por las escaleras. Caminaba temeroso de que algún vecino de sueño ligero, alarmado por aquellas reiteradas idas y venidas, comunicase a la policía la presencia de un malhechor en la casa. Se me figuraba que si el comunicante tenía afición a los detalles, añadiría susurrando al teléfono que se trataba de un ladrón de enseres cochambrosos, lo que bien podría dar lugar al envío de una dotación de vehículos policiales mayor de lo habitual, dada la singularidad del caso. Me imaginaba retratado con albornoz y sandalias en la primera plana de la Bild Zeitung, acompañada mi fotografía de los grandes y exagerados titulares de costumbre: Pobre Alemania. Ni siquiera tu mugre está segura.»