
Os presentamos un panorama inmejorable ante los días que se avecinan. Una buena ocasión para buscar (y encontrar) la paz entre las hojas de un buen libro:
Una letra femenina azul pálido, Franz Werfel, Anagrama, 1994.
Un día de 1936, un alto funcionario vienés, bien considerado socialmente gracias a un ventajoso matrimonio recibe una carta pidiendo una recomendación. La letra del sobre es inconfundible. Se trata de la única mujer a la que amó, que vuelve dieciocho años después y remueve su pasado y su conciencia.
Convencionalismo, cinismo, moralidad, dignidad, sentimientos, son los pilares donde se sustenta este clásico breve.
El matrimonio amateur, Anne Tyler , Alfaguara, 2005.
Historia de un matrimonio norteamericano de clase media desde los bélicos años 40 hasta el principio del siglo XXI. Revisión tanto de la vida de un matrimonio como de la sociedad estadounidense a través de una pareja, idílica para todo el mundo y no tan perfecta para los protagonistas.
La autora está considerada una de las grandes escritoras norteamericanas contemporáneas. Su espaldarazo se lo dieron la novela Ejercicios respiratorios, Premio Pulitzer en 1989 y la adaptación cinematográfica de su novela El turista accidental.
Juntos, nada más, Anna Gavalda, Planeta, 2006.
Camille, una trabajadora de la limpieza de 26 años y que esconde un prodigioso don para dibujar, cree que su vida ha perdido ya todo color y están a punto de quebrarse todos los trazos cuando un cándido vecino la rescata de su negrura. Novela caballeresca en un tono de auténtico siglo XXI, en el que las princesas siguen necesitando ser rescatadas por auténticos caballeros (aunque estos tampoco posean armadura).
Novela de ajedrez, Stephan Zweig, El Acantilado, 2001.
¿Puede un hombre mantener la cordura en situaciones extremas de aislamiento y opresión? Esta novelita breve ambientada en la Alemania nazi viene a demostrar que el raciocinio e inteligencia humanas son una herramienta útil en circunstancias límite y que el juego puede cumplir un papel de supervivencia inesperado. Original, entretenida, y, sobre todo, muy bien narrada.
Velázquez y Rubens: conversación en El Escorial, Santiago Miralles, Turner, Madrid 2010.
En esta ocasión volvemos a la corte de Felipe IV para ser testigos de una conversación, que tiene lugar una tarde en el monasterio de El Escorial, entre los pintores Pedro Pablo Rubens y Diego Velázquez. El primero es ya un artista famoso en Europa, un hombre de mundo que está “de vuelta de todo”. El segundo es un joven que empieza a conocer los entresijos de la corte.
Los dos inician su charla con cierta cautela, con mutuos elogios y rivalizando en sus alabanzas al monarca. Pero conforme transcurre la tarde -y el vino hace su efecto-, a los dos se les va soltando la lengua y van alternando las reflexiones sobre el arte con comentarios acerca de intrigas políticas. Contraponen sus diferentes visiones de la pintura -y de la vida-, al tiempo que intentan sonsacarse información de sus respectivas conversaciones con el rey.
Especialmente ilustrativo es el debate sobre los retratos ecuestres que ambos pintores realizaron a Felipe IV; sobrio el del sevillano, rebosante de figuras alegóricas el del flamenco. Las diferentes ideas de los dos maestros se reflejan también en la manera en que cada uno habría abordado la realización de la obra La expulsión de los moriscos, cuadro de Velázquez perdido en el incendio del Alcázar de Madrid en 1734.
Un libro con el que el aprendizaje histórico y la tensión están garantizados.
Cartas a Dios, Éric-Emmanuel Schmitt, Destino, Barcelona, 2011.
El libro ( de Albin Michel, Oscar y la dama de rosa) recoge las cartas que escribe un niño enfermo a Dios. La obra está llevada al cine por Éric-Emmanuel Schmitt (Lyon, 1960) y adaptada desde este mes de abril.
En una entrevista realizada en el periódico El Mundo explica el proceso de su adaptación al cine:
“Cuando apareció el libro, creía que nunca había que dárselo a leer a personas enfermas y ocurrió todo lo contrario. El libro, cuyo éxito fue increíble, fue adoptado de inmediato por los médicos, que compraban los ejemplares de diez en diez —no es caro, apunta—. Lo repartían entre el personal sanitario y rápidamente los familiares se lo dieron a los enfermos. A los primeros que me dijeron que iban a hacerlo les advertí de su error, porque la historia no termina con una curación, pero las personas son más inteligentes que yo, porque la verdadera función de la película es permitir hablar de la enfermedad y de la muerte, pero no de una manera patética. Pueden verla los niños a partir de diez años. Y no lloran, ni con el libro. Los adultos sí, porque proyectan sus duelos y desgracias.”
Se puede completar la lectura de este entrañable libro con la visión de la película, ya en los cines.