Un mundo feliz, Aldous Huxley, Debolsillo, 2021.
En diciembre del pasado año publicamos el Reto de lectura 2024. El reto de septiembre es leer una novela donde alguno de los personajes sea pelirrojo, y Joaquín Latorre Abella lo ha cumplido, ¡Muchas gracias!.
El argumento es más “catastrófico” que “1984” de George Owell y ambos son premonitorios.
Aldous Huxley presenta una sociedad desvalorizada de pensamiento único, pero no en su totalidad. En la historia aparece un figura de un dios mortal, Ford, que consigue generar un mundo en el que todo responde a un plan similar a Utopía pero en nada asimilable.
En Utopía la sociedad se divide, idealmente, en tres estadios de pertenencia: Mandatarios, mandados y defensores. Este estatus es periódico, de modo que todos saben qué es mandar, que es trabajar y qué es defender. En “Un mundo feliz” no, es más perversa. Los seres son “fabricados para un fin” carentes de dolor, sentimientos ni nada asociado al concepto de ser humano, de acuerdo con unas necesidades del orden superior. Aquí no hay cambio. Éste se produce sólo cuando aparecen signos de razón independiente fuera de lo establecido. Nadie está libre de convertirse en “salvaje” por romper la norma impuesta desde arriba, pero ni siquiera “el de arriba” está libre de ser cuestionado.
En ésta obra, igual que en la Owell, hay un grupo “diferente-discrepante” que por no responder al programa, se ve continuamente viviendo a la defensiva en un “Malpais” de vida primigenia pero que siguen en sus costumbres el orden natural de la Creación.
Alguien ha dicho hoy que crece la tecnología a la vez que disminuyen los valores. “Un mundo feliz” quiere demostrarlo.
