Obaba – La literatura es el paisaje de los sueños

Obabakoak fue publicada en 1988 y en 1989 fue galardonada con el Premio Nacional de Narrativa.

Su autor, Bernardo Atxaga, situó sus historias en la localidad ficticia de Obaba. Este lugar no deja de ser los pueblos de Alkiza, Albiztur, Asteasu y Zizurkil, los lugares guipuzcoanos de su infancia.

Decidió convertir un escenario propio en el principal personaje literario de sus obras, y como elemento literario, le otorgó un nombre inventado repleto de realidad.

«Encuadernados la mayoría en piel y severamente dispuestos en las estanterías, los libros de Esteban Werfell llenaban casi por entero las cuatro paredes de la sala; eran diez o doce mil volúmenes que resumían dos vidas, la suya y la de su padre, y que formaban, además, un recinto cálido, una muralla que lo separaba del mundo y que lo protegía siempre que, como aquel día de febrero, se sentaba a escribir. La mesa en que escribía —un viejo mueble de roble— era también, al igual que muchos de los libros, un recuerdo paterno; la había hecho trasladar, siendo aún muy joven, desde el domicilio familiar de Obaba»»Encuadernados la mayoría en piel y severamente dispuestos en las estanterías, los libros de Esteban Werfell llenaban casi por entero las cuatro paredes de la sala; eran diez o doce mil volúmenes que resumían dos vidas, la suya y la de su padre, y que formaban, además, un recinto cálido, una muralla que lo separaba del mundo y que lo protegía siempre que, como aquel día de febrero, se sentaba a escribir. La mesa en que escribía —un viejo mueble de roble— era también, al igual que muchos de los libros, un recuerdo paterno; la había hecho trasladar, siendo aún muy joven, desde el domicilio familiar de Obaba».

«Era domingo, y yo había quedado en reunirme con varios compañeros de la escuela para ir al cine que, a unos cinco kilómetros de Obaba, habían construido junto al ferrocarril».

«Para la época en que Esteban tenía catorce años, ya había desistido. Moriría en Obaba, nunca volvería a Alemania».

«Tomamos por un sendero que, partiendo de la iglesia, rodeaba el valle donde se juntaban los tres pequeños ríos de Obaba».

Obabakoak