El país imaginado

pais_imaginadoEl país imaginado, Eduardo Berti, Impedimenta, 2012.

Atrae lo oriental. Así, en general. Quizá es por la imagen que se ha querido potenciar. Ancestros, tradiciones, honorabilidad, delicadeza, naturaleza, armonía. El yin y el yang, la seducción por lo opuesto. A los occidentales nos conquista lo oriental, aunque sepamos que todas las civilizaciones tiene su parte de ferocidad.

Atrae lo oriental, pero hasta hace unos pocos años la literatura oriental no gozaba de la presencia actual fuera de sus fronteras.

Si habéis leído alguna novela japonesa o china, supongo que coincidiréis en resaltar sus características propias.

No son tramas de acción trepidante; el argumento puede ser durísimo, pero sin ajetreos (como Arrancad las semillas, fusilad a los niños de Kenzaburo Oé). Son reflexivos (Kafka en la orilla de Murakami). Tratan sagas familiares (Sorgo rojo de Mo Yan). Mezclan pasado y presente (La canción de la pena eterna de Wang Anyi). Los títulos no son cualquier cosa: o muy poéticos (La puerta de la paz celeste de Shan Sa, La montaña del alma de Gao Xingjian,  La casa de los peces voladores de Chiew-Siah Tei) o un tango en sí mismos (Haz el favor de no llamarme humano de Wang Shuo, El libro de un hombre solo nuevamente de Gao Xingjian). Combinan elementos reales y fantásticos (El país imaginado de Eduardo Berti). Sobre esta última versa la recomendación de hoy.

¿Habéis detectado el elemento discordante de entre todos los libros mencionados? A ver, veo manos levantadas. Muy bien, el autor de El país imaginado no suena muy oriental. No lo es. Eduardo Berti es argentino y ha compuesto una historia ambientada en la China de principios del siglo XX con gran maestría. Además, la protagonista es una adolescente; y nada chirría.

Esta chica, Ling, espera junto a su hermano a que sus padres les anuncien sus compromisos matrimoniales. Mientras, conoce a Xiaomei, la hija de un vendedor de pájaros. Ling cae fascinada ante el encanto de su amiga, tanto que desea que Xiaomei se convierta en la mujer de su hermano para así poder pasar mucho tiempo juntas. Las diferencias sociales lo impedirán, no así la amistad entre las niñas.

Sin prisa, las chicas van creciendo, China va avanzando, los muertos hablan en este país imaginado que no sabemos exactamente dónde está pero sí apreciamos su elegancia.

Preciosa edición con una cubierta acorde con el texto.

Inmaculada Setuáin Mendía